Hace aproximadamente un año se modificó el límite de velocidad en todas las carreteras convencionales de España: pasó de los 100km/h a los 90km/h. Este cambio vino motivado por numerosos estudios internacionales que confirman que rebajar la velocidad reduce el número de accidentes y muertos y la gravedad de los heridos.
Un informe elaborado por el Observatorio de la Seguridad Vial de la DGT relata que en las carreteras convencionales se dan el 75% de los accidentes con víctimas y la velocidad inadecuada es la causa recurrente en el 20%. Este porcentaje aumenta al 37% si hablamos de accidentes mortales en vías interurbanas.
La velocidad está directamente relacionada en la frecuencia y severidad de los accidentes. Por ejemplo, ante un frenazo instantáneo podría causar graves lesiones, ya que la distancia de frenado depende de la velocidad: a mayor velocidad, mayor distancia de para detenerse. La reducción del límite de velocidad, apenas hace aumentar el tiempo medio del viaje entre 15 y 20 minutos.
Sin embargo, la velocidad que marcan las señales de limitación de las carreteras y que supone la velocidad legal no tiene por qué ser la velocidad segura. La velocidad segura es aquella que cerciora que, en caso de accidente, la probabilidad de lesiones no supere un determinado umbral. Pero, al fin y al cabo, la velocidad segura es la que apela a la responsabilidad de cada conductor.
Todo conductor debe adaptar su marcha a las condiciones de la vía, las atmosféricas, a sus propias limitaciones y/o experiencia. De este modo, aumentarán tus probabilidades para frenar, tomar las curvas, adelantar o realizar la maniobra que sea con tiempo y espacio suficiente para no sufrir un accidente.